Ezra Pound: El hombre hecho fragmentos

No es un autor para todos, no. Definitivamente no es un autor para todos. Y si nos ponemos a pensar, ¿quién lo es de veras?; ¿acaso existe alguien así en la denominada literatura universal?

Es imposible no pensar en eso cada vez que me refiero a él; cada vez que abro de manera dispersa algún volumen de sus poemas y me debato entre la lectura placentera y el gusto por sus increíbles y extraños versos; o la fatiga que a veces genera su discernimiento y el valor estético de sus contenidos con los espacios vitales de su existencia, derramados en esas líneas que fueron en cierta forma su vida plena estampados para siempre en el papel.

En definitiva, me pongo a pensar en Ezra Pound y concluyo lo fácil que puede ser omitir su obra de los anaqueles de los nombres predilectos, y sin embargo, de manera equivocada morir en la ignorancia por no poder comprender del todo, lo importante (lo clave) que ha sido en la poesía desde comienzos del siglo XX hasta nuestra actualidad.

Han transcurrido muchos años desde que lo leí por primera vez, y no han sido pocas las veces que lo he abandonado. Sin embargo su obra sigue ahí, perdida en algún estante de mi biblioteca, igualmente compleja y solitariamente inmortal; y yo me encuentro a medio camino entre admirar su lado artístico más exclusivo de poeta vanguardista, y a su vez, tratar de bucear sobre sus aristas más peligrosas, porque después de todo, cualquier búsqueda estética de un escritor tiene como trasfondo, una particular interpretación del mundo que busca legitimar.

Pound es un escritor exigente con el lector porque su intertextualidad es imponente. Y ésta la supo utilizar sobremanera a lo largo y ancho de su obra. La invocación permanente de incontables escritores de muchas épocas distintas, conforman en sus páginas un cenáculo de voces que proclaman a través de la poesía, la tantas veces mentada o buscada redención de la condición humana frente a la sociedad del mundo en el que vive.

Pero hablar a través de decenas de voces del pasado, es algo que puede a su vez hacer mucho daño; más cuando los caminos que se proponen como diseñados, aun no han sido del todo concebidos. Tal vez entonces su obra no sea más que otra búsqueda de los territorios perdidos de otros, y en definitiva esos destinos tampoco sean para todos, muy por el contrario, quizá el diseño de ese Paraíso, o de esa Atlántida, o de esa Arcadia concebidas en los versos, sean apenas simples palabras para unos pocos.

Para conferir pistas y señales o para guiarnos hacia esos lugares primeros, Ezra Pound ha tenido que sobrepasar algunos límites; ha tenido que violentar fronteras y espacios físicos y temporales; ha tenido que superar culturas, lenguas y territorios.

Su búsqueda ha sido más allá de los confines nacionales e incluso continentales.

Ha tenido incluso que trascender sus propios orígenes, su particular sentido de pertenencia; el umbral de su nacimiento.

Por eso se dice que su obra ha sido el ejemplo de una práctica de literatura experimental que se materializó en una comunicación transcultural sobre la base de una intertextualidad excesiva.

Quizá cuando aquel joven norteamericano de principios del siglo XX decidió partir hacia Europa en búsqueda de la literatura clásica (que algunos ya en aquel tiempo creían perdida para siempre) lo hiciera porque sintió algún tipo de llamado interior, alguna voz lejana que le insinuó determinada tarea especial; alguna misión de esas que cambian para siempre la voluntad de una persona y el sentido del orgullo y de pertenencia a un país, que por entonces, además de autodenominarse como “la tierra de oportunidades”, se perfilaba como una potencia a nivel mundial y paradigma económico de la civilización occidental.

Salir de Estados Unidos significó no pertenecer a ninguna parte. Partir de allí y recorrer los distintos mundos literarios antiguos y modernos implicó ser de todos lados; y cuando el reconocimiento y la consagración se realizaron desde la lejanía, el devenir pronto se transformó en olvido.

Esto también le permitió obrar como alguien distinto; acaso como alguien atemporal que aun con sus aciertos y con algunos de sus más incalificables errores, terminó por ser salvado y recuperado del ajusticiamiento del devenir histórico, y emerger nuevamente, entonces hecho trizas; resucitado por las nuevas generaciones de jóvenes que buscaron saber un poco más sobre él y comprender lo qué había insinuado; el lugar clave que había percibido; ese territorio invisible que había activado para la vista de muchos y que tan distinto era en su alumbramiento.

Pero para entonces Pound ya era una marginalia de letras pequeñas, de notas y apuntes sobre algo mucho más grande. Era en carne y hueso las líneas de una referencia recién comenzada que con el tiempo tomada por el olvido; era la hojarasca en un escritorio; la acumulación de lenguas antiguas de la biblioteca; de libros apilados, de época pretéritas, de lecturas abandonadas, de títulos escondidos. Pound era entonces una máquina de recuerdos, una voz resquebrajada citando versos de memoria; era alguien que había hecho demasiado daño y al que muchos pidieron en más de una ocasión, que su voz se acallara; era en definitiva, el hombre hecho fragmentos.

Cantar CXX

He intentado escribir el Paraíso.

Que no os mováis.

Dejad hablar al viento

ese es el Paraíso.

Que los dioses olviden

lo que he realizado.

A aquellos a quienes amo,

perdonen

lo que he realizado.

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“No soy nadie, mi nombre es nadie”:

Ezra Weston Loomis Pound nació en Hailey – Idaho en Estados Unidos, el 30 de octubre de 1885. A los trece años pudo viajar por primera vez a Europa. Lo que vio aquella primera vez en esa edad tan temprana de su vida, le bastó para saber y determinar que durante los siguientes setenta y pocos años aquel sería el continente en donde se formaría como escritor y estamparía su nombre en la literatura del siglo XX.

Hay quienes lo integran a la denominada Lost Generation (una camada de escritores norteamericanos que en buena parte eligieron Europa y no los Estados Unidos, para su consagración literaria) aunque él era mucho mayor que la gran mayoría de los integrantes de este grupo.

Pound quizá haya sido el poeta que determinó los preceptos en los que se basó la poesía de los Estados Unidos en el siglo XX; aunque la paradoja de todo esto es que a su vez, a simple vista, es el escritor menos norteamericano de todos.

Por el contrario, a excepción de algunos círculos literarios contemporáneos y de sus amigos más personales, nunca fue un escritor reconocido en su país. Más cuando su imagen y su obra cobraron mala fama por su censurable ideología.

Tras haber arribado a Venecia en 1908, publicó su primer libro de poesía “A lume spento” (“Con la luz apagada”). Su estadía allí fue breve y al poco tiempo viajó hacia Londres, ciudad en la que vivió durante doce años de forma ininterrumpida.

Fue en Inglaterra donde Pound conoció al poeta W. B. Yeats, con el cual desarrollaron una gran amistad. Allí también publicó otros libros de poemas y sus primeros trabajos como traductor. Para ganarse la vida, ejerció como profesor de literatura romance y medieval.

En 1909 vio la luz la primera edición de su “Personae”, libro con el que adquirió cierto renombre en ambientes literarios. Pero es sobre todo con los preceptos fundacionales del Imagism (Imagismo o a veces traducido como Imaginismo) del cual él fue uno de sus principales responsables, que cobró un reconocimiento y trascendió los pequeños círculos literarios que hasta entonces integraba.

En esos grupos vanguardistas Pound afinó su estilo. Sobre la base del predominio de una imagen poética a secas, o una imagen como punto de inicio y punto final de la composición, puede comprenderse como los poemas de su juventud son exquisitos ejemplos de una perfección buscada a través del impacto de una experiencia sensorial transmitida al papel.

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En una estación de metro

La aparición de esos rostros en la multitud:

pétalos en una rama húmeda, negra

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Es los versos de “En una estación de metro” pasó trabajando incesantemente durante mucho meses para llegar a la medida perfecta de este díptico, o de estas líneas epigráficas que tanto recuerdan a los haikús japoneses.

Estas fueron formas poéticas que practicó mucho a lo largo de su vida, pero que son típicas de aquellos años de su juventud.

En 1909 también aparecieron sus “Exultations of Ezra Pound”; y en 1910 su “The Spiritu of Romance”. Las primeras serán incorporadas en las siguientes ediciones del ya publicado “Personae”. Por entonces también colaboraba de manera permanente para innumerables revistas europeas, e incluso para algunas norteamericanas.

Sus incursiones más profundas en la poesía oriental aparecieron “Cathay” de 1915, en donde tradujo, recopiló y re elaboró versos de poesía china. También “Lustra” de 1916.

En 1920 se trasladó a París. Para esos años ya había comenzado a escribir sus famosos “Cantos”; la obra por excelencia de toda su vida, que le llevó alrededor de cincuenta años terminarla.

Según él mismo, los “Cantos” o también llamados “Cantares” son una emulación o una pretenciosa continuación del trabajo de Dante Alighieri.

Pound consideraba que si en “La Divina Comedia” estaba buena parte del mundo que Dante había visto en su tiempo, a él le correspondía continuar la labor desde la modernidad en adelante.

Con semejantes objetivos, no tuvo mejor forma que acudir a una pléyade de favoritos de la literatura universal. Sus composiciones poéticas evolucionaron hacia una asistencia permanente de nombres de obras, cuyo cuerpo está repleto de citas o versos de decenas de autores de distintas épocas.

Sus “Cantos” se irán componiendo sobre la base del verso libre y la prosa. También propuso poesía en base a ideogramas.

Aldo Mazzuchelli en “Un roto manojo de espejos” (Revista Insomnia, Separata de Postdata, Nº 49, 27 de noviembre de 1998) dice que “es el caos a lo que más se parece el orden de la vida de Pound. Los fragmentos que componen su eternamente en movimiento y frágilmente monumental obra son ‘un roto manojo de espejos’. Todo el tiempo están esbozándose y disolviéndose en ella, como reflejos de luces que se ven un momento y luego no se mantienen, antiguos textos, estilos perdidos que se intenta resucitar, alusiones a otras obras, a actitudes humanas, a personajes históricos o ignotos… demostraciones hechas a medias y que luego no se retoman nunca”.

Pound quiso buscar o quiso ser en su obra la “culminación de la modernidad”, o tal vez, dicho de otro modo, quiso trascenderla.

El escrutinio de la palabra:

Sus “Cantos” o “Cantares”, como ha dicho A. Mazzuchelli, quisieron ser “la culminación de la modernidad”, pero el eje principal en la poesía de Ezra Pound por momentos parece ser lo contrario, y “en lugar de clausurar una época literaria, la abren en una explosión de alusiones de imprecisa resolución”.

Y este “valor frágil” o “pensamiento débil” determinados por esa dualidad en los “Cantos”, tiene que ver con el exceso de erudición que hay en la misma, proveniente de una subjetividad candorosa o inexperta, puesta al servicio de una interpelación a la sociedad occidental, a sus valores y a su deterioro espiritual.

La mejor forma de demostrarse como un producto final de esa modernidad, o de ilustrar ese fin de los tiempos en los que circundó su vida buscando el umbral de una nueva época, tuvo que ver con la exagerada intertextualidad presente en su poesía.

A propósito de esto, Aldo Mazzuchelli dice que Pound “ha exasperado la intertextualidad hasta un punto que ningún otro autor conocido ha llegado, Borges probablemente incluido” y ese abuso de tantos autores o esa “manipulación constante de los textos de otros” contribuye favorablemente en el mejor de los casos (cuando no complejiza en otros) los contenidos, hasta el punto de llegar a un nivel de simbiosis textual o “metabolización de miles de textos ajenos en el propio” que puede resultar dificultosa la distinción entre uno y otro.

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“El arte de la poesía” (Extractos)

“Es de enorme importancia que se escriba gran poesía, pero no importa quien la escriba”

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“Si algo se expresó de una manera definitiva en la Atlántida o en la Arcadia, en el año 450 a.C., o en el 1290 de nuestra era, no nos toca a los modernos decirlo de nuevo ni empañar la memoria de los muertos diciendo lo mismo pero con menos habilidad y convicción.

En cada época uno o dos genios descubren algo y lo expresan.

Puede estar en una o dos líneas, o en alguna cualidad de una cadencia, y después veinte o doscientos o dos mil o más seguidores repiten y diluyen y modifican.”

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“En el verso algo le hay sucedido a la inteligencia. En la prosa la inteligencia ha encontrado un objeto para sus observaciones.

El hecho poético preexiste.”

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“El mal arte es un arte inexacto. Es un arte que rinde informes falsos”

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La primera imagen, la única:

Viajes y largas estadías marcaron la vida de Pound en las primeras décadas del siglo XX. A Londres o a París se le sumó Alemania en 1911. En medio de este derrotero hubo un muy breve retorno a los Estados Unidos.

Eran todavía años de juventud; años en los que escribía profusamente. Trabajó por entonces en poesía y ensayos para la prensa y para revistas literarias; tradujo varias obras antiguas; y sobre todo desarrolló una importante arenga sobre jóvenes promesas, promoviendo a escritores emergentes o buscando patrocinar las obras de quienes son medianamente conocidos y no han tenido oportunidades.

En esa mezcla de vanguardias y grupos artísticos, escribir, difundir o patrocinar fueron sus tareas predilectas. No hay nada mejor para este último caso que formar compilaciones para difundir. A ellas se dedicó y fue precisamente el encargado de componer una antología de los poetas Imaginistas (des Imagistes) que apareció publicada en 1914. En ella se pudieron leer textos de William Carlos Williams, D. H. Lawrence, James Joyce, Richard Aldington, John Cournos, Allen Upward, Ford Madox Hueffer, F.S. Flint, Skipwith Cannell, Amy Lowell, y por supuesto, Ezra Pound.

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“Unos pocos no” (Fragmentos)

“’Imagen’ es lo que presenta un complejo intelectual y emocional en un instante de tiempo. Uso el término ‘complejo’ más bien en el sentido técnico empleado por los psicólogos (…)

La presentación de tal ‘complejo’ es lo que da de manera instantánea una sensación de súbita liberación; una sensación de libertad de los límites del tiempo y los límites del espacio; la sensación de repentino crecimiento que experimentamos en presencia de las más grandes obras de arte.

Es mejor presentar una sola imagen en toda la vida que producir obras voluminosas.”

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Desde el Imaginismo en Londres, Pound participó en paralelo dentro de otras corrientes literarias como la del grupo que dio origen al Vorticismo (1913), una vanguardia artística en la que estuvieron involucrados pintores de la talla de Henri Gaudier-Brzeska. A este nuevo grupo pertenecía Dorothy Shakespear con la que contrajo matrimonio en 1914.

El ambiente londinense también dio lugar a que frecuentara a escritores provenientes de distintos lugares del mundo como su coterránea, la norteamericana Marianne Moore, o la inglesa Rebecca West, el indio Rabinranath Tagore. También por esos años conoció a Filippo Marinetti y las bases del Futurismo italiano.

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Acerca de su propio rostro reflejado en un espejo:

¡Oh extraño rostro ahí sobre el espejo!

Oh blasfema compañía, Oh santo anfitrión

Oh mi tonto rostro barrido por la tristeza,

¿Cuál es la respuesta? ¡Oh tú, mirada

Que te esfuerzas y vagas

Y por la que pasan

La burla, el desafío, la sinceridad

¿Yo? ¿Yo? ¿Yo?

¿Y tú?

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La palabra traicionada:

Sobre 1920 Ezra Pound abandonó Inglaterra y se dirigió a París. Previo a la partida, ya había publicado “Homage to Sextus Propertius” en 1919 y “Hugh Selwyn Mauberley” en 1920.

Los siguientes cuatro años estará en la capital que dio luz a varias de las vanguardias artísticas de mayor renombre europeo en el mundo de entreguerras. Allí conoció y se vinculó con Marcel Duchamp, Tristán Tzara y Jean Cocteau entre otros, y evidentemente entró en contacto con Dadá, el Surrealismo y otras corrientes literarias. Pero París, además de vanguardias y movimientos, también era una usina de muchas ideas políticas en boga, con las que Pound también tomó contacto. También por entonces y mostrando lo versátil que podía ser artísticamente, escribió una ópera y varias piezas para violín; pero sobre todo siempre siguió trabajando en sus Cantos, tarea que nunca abandonará.

Esto también fueron tiempos en que se dieron sus famosas reuniones con T. S. Eliot en Lausanne. En aquellos encuentros, ambos amigos compartieron textos y composiciones. Pound tuvo el privilegio de leer los manuscritos y borradores de “The Waste Land” (“La Tierra Baldía”) y sugirió a su autor diversas correcciones e ideas.

La época parisina fue abruptamente concluida cuando en 1924 viajó junto a  Dorothy Shakespear a Italia. Rapallo, una localidad cerca de Génova, fue el lugar en donde Pound sufrió el cambio de piel definitivo.

Allí la experiencia fascista recién iniciada por Benito Mussolini y sus ideas políticas, calaron hondo en su persona. Esto le dio espacio primero, para profundizar intelectualmente en curiosas y olvidadas teorías económicas sobre temas como la usura y el crédito. Luego, su acercamiento político al fascismo lo hizo ser un curioso y extravagante norteamericano que en aquellos años comulgó con el régimen del Duce, a quien conoció personalmente en 1933.

Rapallo fue el lugar definitivo para inmortalizar su propia tragedia. Pound se fue distanciando de sus círculos y fue perdiendo de vista a sus viejos amigos, que por otra parte vieron en ese proceso, otra expresión de su soberbia y prepotencia intelectual, que al parecer, fue una característica en su vida.

Pero entonces Pound había llegado muy lejos, tan lejos que se quedó sólo.

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El Estado (Fragmentos)

“La revolución o revoluciones del siglo diecinueve definieron la libertad como el derecho de hacer todo aquello que no perjudique a los demás. Pero con la decadencia del estado democrático –o republicano- esa definición ha sido traicionada en interés de los usureros y especuladores.

En el principio era la palabra y la palabra ha sido traicionada.”

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A principios de la década del treinta escribió su “ABC de la economía” (“ABC of Economics”, 1933) y a medida que la guerra se acercaba, su discurso se adaptó rápidamente a a los canales políticos totalitarios en boga en Italia y Alemania.

Sin embargo, la conversión radical de sus convicciones no le impidió, como tantas otras veces, volver a EEUU antes de comenzar la guerra. Tuvo intenciones de entrevistarse con Franklin Delano Roosevelt, pero no fue recibido. Por entonces intentaba difundir su programa económico basado en los escritos mencionados, pero fue acusado de extravagante tanto a un lado como el otro del océano Atlántico.

Pound habló con políticos y periodistas, se entrevistó con parlamentarios y personalidades de distinto orden. En esos encuentros recitaba sus “Cantos”, que para entonces también habían sufrido la llegada de sus nuevas ideas.

Cuando poco después regresó a Italia, su relación con Mussolini y los fascistas fue de mutua desconfianza. Es que nadie creía en aquel norteamericano que proclamaba ideas fascistas en el continente europeo. En los años de la guerra obtuvo un espacio para Radio Roma en donde dejó registrados una serie de discursos de arenga a la causa alemana e italiana. Desde esas emisiones habló en contra de la usura, los bancos, los monopolios y las grandes corporaciones económicas.

Sus diatribas antioccidentales no se detuvieron siquiera cuando a finales de 1941 los Estados Unidos, su país natal, entraron en la contienda. Por el contrario, continuó con su labor en aquel programa radial reflexionando sobre múltiples temáticas.

En 1943 la Corte Federal de aquel país lo acusó de confraternizar con la causa del enemigo y fue declarado traidor a la patria. La suerte estaba echada, pronto irían por él.

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                                                Los iconoclastas:

“El poder de la putrefacción tiene por meta la confusión de la historia; se propone destruir no sólo una, sino todas las religiones, destruyendo sus símbolos, y conduciendo a las argumentaciones teoréticas.

Las disputas teológicas ocupan el lugar de la contemplación. La discusión destruye la fe, y el interés en la teología, eventualmente pasa de moda: llega un momento en que ni los teólogos se interesan de veras en ella.

El poder de la putrefacción acabaría por destruir toda belleza intrínseca. Se extiende como los bacilos del tifus o la peste bubónica, conducidos por ratas inconscientes de su papel.

Sospechad de cualquiera que destruya una imagen o trate de suprimir una página de la historia.

El latín es sagrado, el trigo es sagrado. ¿Quién destruyó el misterio de la fecundidad, introduciendo el culto de la esterilidad? ¿Quién opuso la Iglesia al Imperio? ¿Quién destruyó la unidad de la Iglesia Católica con ese atolladero doctrinal que sirve a los protestantes como sustituto de la contemplación? ¿Quién ha barrido de la mentalidad europea la conciencia del misterio supremo, para caer en el ateísmo que proclaman los bolcheviques?

¿Quién ha recibido honores por establecer la discusión donde antes estaba la fe?

El fin de la vanidad, el comienzo de la humillación:

En la obra de Ezra Pound la síntesis de la modernidad parece ser la negación misma de ella; su vida y su obra se transformaron en la rebelión contra la propia modernidad.

En mayo de 1945 finalmente fue apresado por un grupo de partisanos, cuando se encontraba huyendo de las fuerzas aliadas. Solo, apenas portando lo puesto, con un poco de comida y un libro de Confucio, fue trasladado y recluido en un Centro de Entrenamiento Disciplinario (DTC) donde se confinaban delincuentes y presos políticos fascistas en Pisa. Severamente vigilado, fue encarcelado en una jaula metálica y sometido a condiciones durísimas de destrato e intemperies durante un mes de cautiverio. Luego fue trasladado a una de las tiendas del campamento, en donde según él mismo afirmó tiempo después, comenzó a escribir sus famosos “Cantos Pisanos”. Al poco tiempo se dio su deportación a los Estados Unidos y el inicio del proceso judicial

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Canto LXXXI (fragmentos)

Lo que bien amas permanece,

El resto es escoria

Lo que bien amas no te será quitado

Lo que bien amas es tu herencia verdadera

¿De quién el mundo, mío o de ellos o de nadie?

                          ***

La hormiga es un centauro en su mundo de dragones.

Derriba tu vanidad,

No ha sido el hombre

Quien hizo el valor, el orden o la gracia,

Derriba tu vanidad,

Que la derribes, digo

Del mundo verde aprende cual sería tu lugar

En una invención a escala o arte verdadero,

Derriba tu vanidad,

¡Paquin, derribala!

El casco verde ha superado tu elegancia

‘Domínate, entonces otros se dejarán guiar’

Derriba tu vanidad

Eres un perro apaleado en el granizo,

Una urraca engreída bajo el sol caprichoso,

Mitad negra mitad blanca

Y ni distingues el ala de la cola

Derriba tu vanidad

Que mezquinos tus odios

Criados en la falsedad

Derriba tu vanidad

Rudo para destruir, tacaño en caridad

Derriba tu vanidad

Que la derribes, digo

 ***

Aquí el error está todo en lo no hecho,

Todo en la timidez que vaciló

 

Ah! fragments of a whole ordained to be…

En 1946 Ezra Pound llegó a Washington sabiendo que lo único que podía esperar de su juicio era la silla eléctrica, pero en realidad lo que sucedió es que se lo declaró mentalmente incapaz para afrontar dicha instancia y su propia defensa, por lo que tras adjudicársele una demencia declarada, fue internado en el St. Elisabeth’s Hospital de aquella ciudad.

En el nosocomio pudo terminar sus “Cantos Pisanos” y realizó traducciones de textos de Confucio (“El eje que no vacila”, “El Gran Digesto”, “Las Analectas”, etc.).

Hacia 1956, tiempo en que salió publicado sus “Selected Poems”, Pound ya era una leyenda viviente sobre la cual se tejían todo tipo de historias. Es muy interesante y llamativo saber que con el tiempo fue recuperado por muchísimos intelectuales liberales y progresistas, e incluso algunos provenientes de la izquierda revolucionaria de algunas partes del mundo.

En Estados Unidos él (y también T. S. Eliot) fueron rescatados por el grupo de poetas de Black Mountain (proyectivistas como Charles Olson, Robert Creeley, Ed Dorn entre tantos otros) o el Grupo de San Francisco y el Grupo de Nueva York (una difícil e inextricable ramificación de escuelas y tendencias poéticas postmodernas) que anunciaron también a la Generación Beat (Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinguetti, Gregory Corso, Jack Kerouac). La obra fue además recuperada del ostracismo editorial gracias a William Carlos Williams y otros viejos amigos de la juventud de Pound.

Pero también tras su figura y su obra fueron otros intelectuales europeos que trascendían los confines universitarios norteamericanos. El cineasta italiano Pier Paolo Passolini llegó a entrevistarlo en exclusiva, sobre los últimos años de su vida. Ese encuentro es un invalorable archivo fílmico accesible hoy en día a todo el público.

Respecto a su controvertida filiación política, el sacerdote revolucionario, teólogo y escritor sandinista, el nicaragüense Ernesto Cardenal, ha reflexionado al respecto sin intenciones de justificarlo ni mucho menos redimirlo, sino interpretar lo más seriamente posible qué llevó a Ezra Pound a tomar las banderas del fascismo. En el Prólogo a la “Antología” (Colección Visor de Poesía, Tercera Edición, 2013) Cardenal dice que: “en Rapallo, Pound se adhirió al movimiento fascista” que fue “su gran crimen”, pero esto tuvo que ver con que “creyó que en el fascismo se realizaría su sueño económico del Crédito Social: una nueva economía, libre de la usura.

Algunos episodios de su vida bien pueden ser calificados de extravagantes e imperdonables, tanto como insospechados e inauditos.

En 1949 y gracias a una importante campaña de apoyo impulsada por diversos escritores norteamericanos, se le otorgó por sus “Cantos Pisanos” el premio “Bollingen Award” de la Biblioteca del Congreso de los EEUU. Este hecho sin precedentes (Pound todavía estaba internado cumpliendo su pena) generó intensos debates en la prensa que abrieron posturas tanto a su favor como en su contra.

Para muchos Pound era un traidor a la patria y el contenido de los “Cantos Pisanos” si bien exponen al hombre derrotado y terminado, en ningún momento revelan lo que muchos le exigieron: el arrepentimiento de sus acciones. 

Los demás:

¡Oh minoría indefensa de mi patria,

Oh restos esclavizados!

Artistas que os habéis roto contra ella,

Descarriados, perdidos en los pueblos,

Objetos de recelo, de maledicencias,

Amantes de la belleza famélicos,

Frustrados por los sistemas,

Indefensos contra el control;

Vosotros que no podéis rendir al máximo

Por seguir buscando el éxito,

Vosotros que sólo podéis hablar,

Que no encontráis el coraje para reafirmaros;

Vosotros cuya sensibilidad más fina,

Se rompe contra el falso conocimiento,

Vosotros que tenéis sabiduría de primera mano,

Los odiados, los encerrados, en quienes nadie confía,

Daos cuenta:

Ya he capeado la tormenta,

He vencido mi exilio.

***

La campaña por liberar a Ezra Pound culminó en 1958, tras doce años de confinamiento. Al salir en libertad, abandonó su país para siempre; Italia sería el último destino.

A partir de entonces, el hombre de los fragmentos comenzó a apagarse. Culminó los  “Cantos” en víspera de su muerte en 1972.

La totalidad de esta voluminosa obra que le llevó buena parte de su vida, se encuentra hoy en día publicada en dos volúmenes por la Editorial Cátedra.

La siguiente lista detalla en orden cronológico las distintas publicaciones que se fueron realizando en vida:

  • A Draft of XVI Cantos, 1925
  • A Draft of Cantos XVII to XXVII, 1928
  • A Draft of XXX Cantos, 1930
  • Eleven New Cantos, XXXI-xli, 1934
  • The Fifht Decad of Cantos, 1937
  • Cantos LII-LXXI, 1940
  • Cantos LXXII-LXXIII, (en italiano, 1973)
  • The Pisan Cantos (LXXIV-LXXXIV), 1948
  • Section: Rock-Drill, 85-95 de los Cantares 1955
  • Thrones: 96-109 de los Cantares, 1959
  • Drafts and Fragments of Cantos CX-CXVII, 1969