La identidad y la revolución cibercultural

La cultura extendida por los mass media que surgieron con la revolución industrial, hoy sufre otra alteración a través de las nuevas tecnologías y la necesidad de inmediatez: estamos ante la revolución cibercultural. Para entender un poco cómo hemos llegado a este cambio de paradigma, es importante estudiar el papel que juegan el individuo y las nuevas redes que compone, que reconfiguran la estructura social y el propio concepto de cultura.

Hoy estamos ante una sociedad donde el individualismo y el personalismo se entremezclan con lo popular y masificado, de la mano de una poderosa artillería de la comunicación y de la información, creada para y por los propios usuarios.

Revolución industrial y cultura de masas / Revolución cibercultural y mainstream

A principios del siglo XX los medios de comunicación fueron los pilares para el desarrollo de la cultura en escala masiva. La cultura pasó a ser un bien de uso, una mercancía: una cultura estandarizada y producida en serie, apta y accesible a todo el mundo.

Entra aquí en juego el enorme e infinito debate sociológico sobre “masa sí, masa no”. Algunos autores consideran que la masificación de la cultura no hace otra cosa más que empobrecerla: si algo es producido con un fin económico, en ese proceso pierde su verdadero valor.

Los teóricos de la Escuela de Frankfurt fueron los primeros en alertar sobre los nuevos modelos industriales de producción cultural. La llamada “industria cultural”, analizada por Adorno y Horkheimer en Dialéctica de la Ilustración, analiza la producción industrial del arte, que supone para ellos una banalización de la cultura y la legitimación de las formas de dominación social; quien no está dentro, alineado a este sistema, es un extraño, ajeno a la sociedad: la masa te impone (consciente o no) a ser parte de la masa.

Una visión más positiva sobre la masa (o Pueblo) la encontramos en autores como McLuhan y Jesús Martín-Barbero. McLuhan, por su lado, acuña el término aldea global y sostiene que las nuevas formas culturales y los medios de comunicación nos permiten una interconexión humana a escala global, además del acceso a la cultura no sólo desde la elite, sino desde todos los estratos sociales. Jesús Martín-Barbero, como buen contemporáneo, tiene una visión más jugada: sostiene que con el advenimiento de la sociedad de masas, no solo tenemos la incorporación de la mayoría de la población a la sociedad, sino también una revitalización del individuo: la cultura de masas es la primera que permite el diálogo entre los diferentes estratos de la sociedad, lo que ha intensificado la relación hacia los otros. ¿Podemos decir entonces que la masificación de la cultura es un peligro para el modelo capitalista basado en el consenso social de que la cultura es poder? Todo parece indicar que sí, que el empoderamiento del pueblo a través del conocimiento es un hecho, aunque aquí entra el juego el concepto de cultura. ¿Qué es cultura y qué no lo es? Y estamos lejos de alcanzar una respuesta.La cuestión es saber si hoy en día podemos seguir utilizando el término sociedad de masas. ¿Sigue existiendo la masa o debemos repensar las etiquetas ante los nuevos desafíos que presenta la revolución cibercultural?

Sin dudas ha habido una ruptura en la producción y adquisición cultural en los últimos años. El sociólogo Daniel Bell analizó este cambio en el libro El advenimiento de la sociedad post-industrial. El autor sostiene que estamos ante una nueva sociedad basada en el conocimiento y la información no solo brindada por los medios, sino también por los individuos, lo que supondría el fin de la sociedad de masas. Las nuevas tecnologías permiten a los sujetos acceder a la información y el conocimiento, interactuar entre ellos y (más recientemente) subir a la nube material (de su autoría o no) para que todos los usuarios tengan acceso a él.

Estas nuevas formas permiten al individuo no solo consumir, sino crear: producir para él y los otros, entablar debates, cuestionar el orden, y en muchas ocasiones, desarrollar virtualmente actividades que tienen un peso más que simbólico en el “mundo real”. La masa, concebida como una cosa homogénea y pasiva, deja de ser tal.

La revolución cibercultural es un proceso (que aún no termina) en el que las nuevas tecnologías de la información transforman las estructuras sociales, desde la etnicidad hasta el relacionamiento entre los grupos y sus formas de apreciación cultural. Las relaciones sociales se reconfiguran en ese estar en línea constante y nuestras categorías tradicionales de tiempo-espacio pasan a ser obsoletas.

Como la masa parece haber dejado de ser lo que era, nace como contrapartida en concepto de mainstream. Este término es utilizado para referirse a lo que es accesible para las personas pero de forma despectiva, es decir, lo mainstream es todo lo que hace, usa y dice “el populacho”.

Decir que “X cosa es muy mainstream” es como decir que algo es muy comercial y está muy extendido, es algo que la masa de gente hace en general. Esta reproducción del modelo atenta contra la individualidad y nos lleva una vez más al concepto de industria cultural. El término mainstream es utilizado muchas veces para desacreditar a un grupo de personas o actividad. Quienes gustan de usar este vocabulario son aquellos sujetos que tienden a diferenciarse por sus gustos alternativos, como por ejemplo, los hipsters.

Cada medio, como sabemos, tiene diferentes formas de llegar a los sujetos. Antes quizá era más simple la clasificación: podríamos decir que la televisión llegaba a través de la imagen y la prensa escrita a través de los textos. Sin embargo, la virtualidad hoy nos permite tener todos los componentes además de una visión más desmenuzada y digerida, pronta para ser consumida rápidamente. Cabe preguntarse entonces a qué clase de contenidos nos enfrentamos en la era digital. Quien puede aproximarnos hacia una respuesta será el propio Mcluhan con su frase “El medio es el mensaje”, donde sostiene que la clave para entender lo que se dice es saber por qué canal se está diciendo. La verdadera significación del mensaje es la forma de transmisión.

Los nuevos vínculos: el individuo líquido

Bauman

La revolución cibercultural trae una reconfiguración de las relaciones sociales y afecta la identidad de los individuos. La configuración de los grupos sociales (círculos de amigos, colegas del trabajo, etc.) deja de ser la misma. La velocidad con la que nos movemos no nos permite tener aquellas relaciones largas que se solían tener en otra época. Los individuos ahora cambian de grupo cada unos pocos años, dejan de habituar ciertos lugares (donde sucedía el encuentro), cambian de trabajo, de ocupaciones, de intereses y eso los aleja de los otros y los acerca a nuevos otros. Quien ha estudiado este fenómeno social en particular es el sociólogo Zygmunt Bauman, quien dice que hoy la sociedad está configurada por «individuos líquidos»: personas sin vínculos duraderos. El individuo líquido genera lazos a través de la era virtual (celular, facebook, mail, etc.) y la misma forma de contacto es lo que los vuelve efímeros, ya que todo se basa en estar conectado o no.

Bauman sostiene que Internet es un constante ejercicio de conexión y desconexión, donde las relaciones tienen facilidad de entrada y salida. Así se produce la identidad líquida: incontables relaciones, pero efímeras; vínculos entre sujetos que nunca han compartido un espacio, una conversación, a veces ni siquiera un interés; sujetos solos en la multitud.

El individuo sufre hoy de un “individualismo conectado”: Internet le permite vencer las barreras del tiempo y espacio, donde puede estar con otros sin estar. En esta sociedad las personas viven en redes y no en grupos, ya que su relacionamiento se basa en un conjunto de interacciones e intercambio de información, donde no importa quién es quién.

Bourdieu decía que la posibilidad de interacción entre las personas estaba determinada por el espacio que ocupan en el campo social (su condición de clase y capital cultural). Así sostenía que la posibilidad de encuentros dependía de la posición social de cada individuo. Hoy podemos decir que esto ya no es así. La existencia de comunidades virtuales permite la interacción entre cualquier sujeto donde la relación se basa principalmente en intereses y necesidades, y cuyas probabilidades de interactuar fuera del mundo virtual eran casi nulas por motivos culturales, económicos o sociales.

Comunidad virtual

Comunidad es un término muy amplio y responde a múltiples factores, pero en general trata del encuentro social y la necesidad de crear un sentido para el grupo humano. En la comunidad se consolida un sentimiento de pertenencia (ser parte de algo más grande que uno), lo que determina la propia identidad de cada sujeto. Es un tejido de relaciones que se configura por intereses compartidos, características de los sujetos, tradición o un territorio en común. La comunidad construye una realidad para el grupo y para el sujeto, redimensionándolo como una persona en un grupo de personas concreto, con sus representaciones simbólicas y valores culturales.

Para Ferdinand Tönnies, la comunidad se caracteriza por el tipo de relaciones que predominan en ella. Esta definición es útil para ver a la comunidad como un lugar de identificación de sentimientos y de comunicación. Así mismo, los miembros comparten significados y representaciones, lo que genera una visión colectiva sobre el mundo, que nace de las experiencias compartidas.

Era Digital

Los autores Wellman y Gulia, que han estudiado las relaciones a través de las redes, sostienen que una comunidad puede ser tal aunque las personas se encuentren muy distanciadas en el tiempo y el espacio, es decir, que los grupos virtuales son también comunidades aunque sus miembros no compartan el mismo espacio geográfico. Los autores expresan además que las relaciones virtuales cuentan con una particularidad en cuanto a la comunidad tradicional: los individuos tienden a relacionarse no de una manera integral, sino parcialmente. En las comunidades típicas los individuos se integran de forma total, en cambio en las comunidades virtuales los sujetos forman vínculos en contextos específicos, donde se establecerán relaciones con sujetos diferentes si el contexto y el objetivos de la relación es diferente.

Las comunidades virtuales en sus comienzos, se dedicaban a la transacción de diferentes productos a través de Internet. Los usuarios vendían y compraban todo tipo de productos a través de determinadas páginas en las cuales se colgaban los artículos a la venta cual mostrador. Un tiempo más acá, la red permitió crear a los usuarios páginas propias de forma sencilla. Estas comenzaron siendo una copia de las anteriores, con el mismo fin, pero luego se comenzó a subir otro tipo de contenidos que ya no tenían que ver con intercambios comerciales, sino con producción para compartir con los otros. Los usuarios comenzaron no sólo a leer y consumir, sino a escribir, compartir opiniones, fotos, ideas, resolver cuestiones entre todos, etc. Así nació lo que hoy consideramos la comunidad virtual, donde cada uno comparte y recibe todo tipo de información y contenidos.

Para poder intercambiar entre los usuarios, se crearon diferentes formas de comunicación que tomaron como base (por supuesto) la Red, como fueron en un principio el correo electrónico y los foros. Esta comunicación era en diferido, como quien envía una carta y espera su respuesta, pacientemente. Luego llegaron las redes sociales, y con ellas, la interconectividad: los usuarios están en un mismo tiempo, no necesariamente en el mismo espacio, y se contestan mutuamente como quien tiene una conversación con alguien que está sentado a su lado.

Las nuevas formas de interacción virtual comienzan a parecerse a las del mundo real. Para mantener en su lugar la línea que separa estos dos mundos, es importante recordar sus principales diferencias. Mientras que en una comunidad real el espacio y tiempo son el mismo para todos, en la comunidad virtual esto no supone una limitación. La comunidad real es el soporte material para la comunidad virtual, es decir, que sin la primera no existe la segunda. Por último, resulta interesante dejar una pregunta abierta: como sabemos, la comunidad real tradicional se desarrolla a través de las estructuras y representaciones de una sociedad real, sin embargo, ¿podemos decir que la comunidad virtual se desarrolla como una extensión de la sociedad real o se despliega a partir de una nueva sociedad virtual que se maneja con sus propios códigos y fronteras?

Todo lo que quieras ser

La cibercultura, mal que les pese a muchos, también es parte de la cultura. Si bien la investigaciones sobre el tema son muy recientes dada rapidez con las que las tecnologías avanzan, no podemos negar que estas han calado hondo en las sociedades modernas, transformándolas en sociedades tecnológicas. Es imposible seguir sosteniendo la dicotomía humano-tecnología, siendo que la segunda no existiría sin la primera; hoy estamos ante un mundo real y otro virtual, que se complementan y retroalimentan. Es por estas razones que resulta esencial tomar la virtualidad como parte del análisis social y cultural, para conocer cómo están formadas las nuevas estructuras y qué se desprende de ellas.

Para el filósofo Pierre Lévy, un referente en los estudios de las implicaciones del ciberespacio y de la comunicación digital, la cibercultura debe entenderse como un sistema técnico, social y cultural, que se produce y tiene lugar en el ciberespacio. Esta tiene el poder de transformar las representaciones y discursos de los usuarios a través de diferentes interacciones entre la “interfaz” (lo virtual) y “el mundo real”. En estos saltos de un mundo a otro, la virtualidad comienza a desbordarse e irrumpir en la realidad, donde los códigos no son comprendidos de igual manera, dando lugar a errores de interpretación.

Social media communication concept

Lo real y lo virtual no pueden ser entendidos como opuestos, sino que uno es la extensión de otro. La cibercultura es otra forma de la cultura que ya conocemos, con diferentes manifestaciones y experiencias.

En cuanto a la conformación de la identidad del individuo-usuario, podemos decir que los nuevos mundos tienen sus ventajas. La publicaciones de los usuarios se basan en el principio de confianza. Nadie sabe quién es quién, sino que solo se sabe del otro lo que dice ser. Esta es una de las características que define las nuevas comunidades virtuales y su forma de relacionamiento: el anonimato. Aunque no todo en la red es así, desde el comienzo una de las razones por las cuales las personas se sentían atraídas por ser parte de estas comunidades era precisamente eso: la posibilidad de construirse una identidad más allá de nuestro clase social, raza, etc.

Resulta posible ser quién se desee ser. La comunidad virtual permite salirse de los roles establecidos por la sociedad real, ya que no se juzga guiado por los convencionalismos sociales, sino que los usuarios van formando pequeñas comunidades de acuerdo a sus diferentes intereses.

Las nuevas tecnologías permiten conectarnos en relaciones impensadas en el mundo real, donde no somos juzgados por lo que tenemos o por quiénes somos, ya que elegimos ser lo que seremos. Si las cosas funcionan mal, se está a un clic de desconectarse y salirse de la relación, pero siempre hay tiempo para arrepentirse y volver porque la red siempre está ahí. Tal como se ve, ¿quién no querría ser parte de una comunidad así, tan práctica y liviana de lazos?