La forma del agua II

La forma del agua II

Dice la pared

Hasta que vino el miedo.

El vocablo graffiti, deriva del radical griego grapho, de gáphien;  ou graphis en latín, que significa escribir, describir, dibujar. Los grafiteros uruguayos de la apertura democrática, y quizás antes, se habían concentrado en la forma del grafiti de “leyenda” – lo que ha de ser leído –

En Montevideo, estampado en la paciente pared de una institución pública, en el liceo número treinta y tres, se lee el grafiti, profético y legendario: Agua Vienen por el agua.

Esta forma de escritura vuelve, si no es que estuvo a la sombra, más de treinta años después.

Palabras pronunciadas con el corazón caliente

En su niñez torrentosa descendió a pasos del río Apurímac. Allí, bajo los rápidos de los torrentes, recibió un mensaje: Esta noche el agua crea melodías nuevas. Cada creador tiene su salto de agua secreto. Luego de muchos años, con el deseo de dar su testimonio de la realidad andina y algunos motivos personales, a medio camino entre dos culturas, José María Arguedas crea el libro de cuentos Agua y la novela Los ríos profundos.

Por su trabajo de folclorista y etnólogo en su madurez, Arguedas se vinculó a las comunidades ágrafas, donde la palabra se emplea, entre otros usos, reconociéndosele una capacidad encantatoria. Por ello, su constante mediación entre el español y el quechua, da, en el aspecto formal de estos dos libros, una originalidad literaria.

El personaje principal de ambos relatos es el niño Ernesto, quien, al decir de Ángel Rama:

descubre pronto que los significados son sensibles registros de los sentimientos, más allá de sus unívocas significaciones, que se tiñen de las pasiones de tal modo que los mismos términos pueden significar distintas cosas según la voz maneje los sonidos”.

Arguedas en 1935 pública el cuento “Agua” y lo sitúa en el espacio público y democrático de la plaza en San Juan, Perú; allí, la plaza es peor que puna; reinan desierto y aridez, y los comuneros luchan por la repartición de agua que el hacendado don Braulio da a unos y a otros odia.

Con calor abrasador el Tayta Inti abraza el esqueleto de una gran mina, que sirvió de refugio de cholos enamorados, vacas dormilonas y chancos cerriles. Cuando desde el centro de la plaza, la música atrae por las esquinas a los distintos grupos de pobladores (escolares, indios, hacendados, comuneros); la plaza como escenario de confluencia que convoca las voces de todos ellos.

El problema es la repartición y el robo del agua. La solución el alzamiento: “Verdad, compadre; en nuestro pueblo, dos, tres mistis no más hay; nosotros, tantos, tantos… Ellos igual a comuneros gentes son, con ojos, bocas, barriga. ¡K´ocha agua para comuneros!”. El desenlace: se escucho un disparo. La plaza en silencio; nadie había.

En Los ríos profundos (1958), Ernesto hace de la naturaleza una apropiación que con profundo amor la reivindica. Ernesto ama profundamente a la naturaleza y se angustia cuando es maltratada, mostrando una clara conciencia ecocrítica.

En el capítulo “Puente sobre el mundo”, Ernesto ya adulto recuerda:

El puente del Pachachaca fue construido por los españoles.  Tiene dos ojos altos, sostenidos por bases de cal y canto, tan poderosos como el río. […] Al atardecer, el agua que salta de las columnas, forma arcoíris fugaces que giran con el viento. Yo no sabía si amaba más al puente o al río. Pero ambos despejaban mi alma, la inundaban de fortaleza y heroicos sueños.  Para concluir: “¡Sí! Había que ser como ese río imperturbable y cristalino, como sus aguas vencedoras. ¡Como tú, río Pachachaca! ¡Hermoso caballo de crin brillante, indetenible y permanente, que marcha por el más profundo camino terrestre!».

El puente Pachachaca funciona como metáfora que tiende puentes entre estos dos mundos (donde el quechua funciona como una cosmovisión, concibiendo ideas, creando canciones y mitos, y el español como lengua que circula ampliamente en la comunicación).

En No soy un aculturado, discurso pronunciado por Arguedas con motivo del recibimiento del premio “Inca Garcilaso de la Vega”, refleja su preocupación por la expresión. Viviendo en su cosmovisión, «hablando por vida el quechua, bien incorporado» trata de escribir esa experiencia, ese «vínculo vivo» para que logre universalizarse. Se propuso unir esos dos mundos; por eso dice que no es un aculturado. Vive las dos culturas con felicidad y con angustia, de alguna manera confuso.

En el capítulo “Yawar Mayu”, el arpista Oblitas acentúa con el canto de un huayno esta problemática:

Kutimuk’, kaptiyña                                  Cuando sea el viajero que vuelve a ti

pallkanki ramanki                                    te bifurcarás, te extenderás en ramas.

Kikiy, challwaykuspay                              Entonces yo mismo, a los pececillos,

uywakunallaypak’.                                   los criaré, los cuidaré.

Yaku faltaptinpas                                    Y si les faltara el agua que tú les das,

ak’o faltaptinpas                                     si les faltara arena

ñokacha uvwakusak’i                              yo los criaré

warma wek’eywanpas,                            con mis lágrimas puras,

ñawi ruruywanpas.                                  con las niñas de mis ojos.

¡Agua!, serio problema

Nélida Ayay, estudiante de abogacía, animada por el espíritu del agua, en el documental Hija de la laguna de Ernesto Cabellos Damián, nos dice: “El agua es su sangre de la tierra. Y sin su sangre, la Tierra no tendría vida”. En la inmensidad del verde paisaje donde vive, Cajamarca, Perú; en los valles de lagunas, los hongos de polvo y humo invaden con la minería, la extracción de oro y tierras.

Allí Nélida apela al elemento fantástico, mítico, mágico o ancestral que “la duenda, el duende… Madre Agua, Mama Yaku” para no resignarse. La poeticidad de sus palabras es como un canto sereno que contrasta, quizás en su idilio, campo y ciudad: “Madre Agua: siempre hay que llevarte una fruta, una chacona o un poquito de azúcar. Porque eso te gusta, Mama Yaku”. En diálogo con esta fuerza: “Mama Yaku, ¿sabes? ¡Hay tanta gente! Como hormigas, aquí en la ciudad de Lima. Tantas casas. Tantos carros. Me asusta. ¿De dónde se alimentan? ”. El yaku, voz quechua de agua, es sustento vital de las personas. En esta cultura, este líquido liquidado y preciado es la sangre que pasa por las venas de las montañas, en forma de ríos, tan venerado como la propia vida.

Como en la obra del peruano Arguedas, el documental da cuenta de la importancia vital de este líquido, en el seguimiento de manifestaciones y sus proclamas, a tal punto que Nélida reflexiona junto a la laguna: “Mama Yaku en tus entrañas guardas oro. ¿Sabes para qué sacan tu oro? Para guardarlo otra vez en los bancos. El oro no se bebe, el oro no se come. Por el oro se derrama sangre. Si es de tanta utilidad les hace el oro a los grandes y los poderosos, mándales a sacar de las reservas de sus bancos, y que lo vuelvan a utilizar. Pero a ti, que te dejen en paz.”

En una misma búsqueda, el documental transmedia La vida no vale un cobre de Magali Zevallos despliega a través de múltiples formas (entrevistas, testimonios, infografías, fotografías, videoarte, cortos), en las cuales parte de los implicados asume un rol activo en un proceso de expansión por visibilizar y dar voz a la preocupación de los pobladores de Espinar, Perú, por la contaminación y la mala distribución del agua.

Coda

¿Qué tsunami es éste del será, del es y del fue? ¿Qué río es éste por el cual corre el de la Plata? ¿Qué río es éste cuya fuente es discutida? ¿Qué río es éste que arrastra el nombre de Jordán, Mar Dulce, de Solís? El río me atrae y soy ese río. Tal vez sus olas estén en mí.

Agua, río, escritura, sed, viejos nombres de la humanidad, rebajados o elevados a símbolos; no sé por qué me ganan, cuando tal vez no hubiese en el universo una sola cosa que el olvido no cicatrice o que la memoria no fije y cuando nadie sabe en qué signos los mutará el mañana.