Una aproximación a las teorías de la recepción

Introducción

El filósofo y erudito griego Demócrito afirmaba, allá cerca del siglo IV, Sad Young Man in a Train (1911-12) - Marcel Duchampque la perspectiva modifica en los ojos del espectador la forma y el color del objeto. En el siglo XX, el artista francés Marcel Duchamp, cinceló la frase no son los pintores sino los espectadores  quienes hacen cuadros,  abriendo la cancha para la apertura de la obra. ¿Qué lugar ocupa el artista en sus creaciones? ¿Son sólo los receptores los que hacen la obra de arte? Estas y las experiencias estéticas contemporáneas muchas veces parecieran que requieren de un receptor lo suficientemente formado para dilucidar qué quiso exponer el artista.

No se trataría de leer por leer, de ver por ver, de hablar por hablar, de donde se pude desprender cierto automatismo que puede conllevar a la no comprensión de algo. Sino de ir construyendo una determinada habilidad, que requerirá de previos conocimientos sobre el por qué y el para qué hacerlo.

Es esta época –¿tardomoderna, posmoderna?– parece dominar un gusto (o cierto gusto) por lo efímero y superficial. Se puede ser consciente de lo que está pasando o no, de una manera liviana o profunda, que dependerá del carácter personal del sujeto perceptor. Parece hacerse necesario un receptor distinto, un ser humano capaz de trasformar lo que ve, lo que lee, con cierta distancia crítica de lo que consume.

Desde hace mucho tiempo, el lugar que ocupa el lector (cuestión que puede asociarse al receptor-espectador) viene siendo estudiado desde distintos enfoques. Entiendo la noción de lector (en este preciso momento) como un sujeto activo, que se diferencia de un lector pasivo. Este último aparecería como alguien vacío que puede ser persuadido por agentes que se presentan con cierta superioridad. Este estado del lector pasivo parece aceptar la derrota, entrando en una especie de parálisis frente a la veloz exigencia actual. No obstante, pararse con cierta actitud pasiva no necesariamente es contraproducente. Esta actitud solo parece ser comprensible si está dispuesta a no dejarse domesticar por algunas obras contemporáneas.

Por lo tanto, considero al lector (receptor) activo, como aquel cuya recepción de cualquier producto cultural lo haga de manera crítica, que de alguna manera sea participe de la lectura y esta acción cambie su conducta. Alguien que no solo decodifique el código de lo que lee, sino que pueda llegar a “comprender” (si es que hay algo para comprender) lo que está leyendo. Cuestionar al discurso literario, pictórico, cinematográfico y político para permitirse ciertos grados de resistencia, de negatividad frente al positivismo precipitado que apremia la productividad en la actualidad.

A partir del siglo XX es, con mayor énfasis a mitad de éste, donde se forma un corpus teórico sobre la recepción, que se vio afectado por el contexto social de grandes cambios estéticos, políticos y culturales. En las siguientes líneas se abordan seis autores cuyas reflexiones acerca de la importancia de la recepción, de la lectura, del papel del lector creo que son relevantes para desarrollar un paisaje sobre dicha cuestión. Acercar las ideas principales es, no obstante, a sabiendas de que esta selección pueda ser ampliada por el lector, el intento de este escueto ensayo.

¿Qué ves cuándo lees?

Dos de los principales teóricos de la estética de la recepción, los alemanes: Hans-Robert Jauss y Wolfgang Iser. En el primero, a partir de su discurso “La historia de la literatura como provocación de la ciencia literaria” (1967), sus ideas principales versan sobre la necesidad de un cambio de paradigma que se orienta hacia la recepción, en oposición a las teorías que ponen el acento únicamente en la obra, el autor o el mensaje. Jauss propone siete tesis en dicho discurso, en las cuales hace una crítica de la historia literaria, entendida ésta como hechos aislados de la experiencia de los lectores. Para Jauss, estos se relacionan con la obra de una manera dialógica, y por lo tanto, el historiador de la literatura debe tener en cuenta no solamente la lectura diacrónica, sino la historia de las experiencias de los lectores sincrónicamente.

Relatividad 1953 M C EscherPara Jauss, el lector no es alguien ingenuo sino institucionalizado, que paso por cierta práctica de estudios genéricos. A partir de las experiencias que los lectores tienen con los textos, Jauss intenta construir marcos de referencia de la lectura en el cambio de las recepciones a lo largo de la historia. Siguiendo el concepto de horizontes de expectativas (ver aquí), otra noción importante es la de distancia estética, que es consecuencia de la recepción y de la reacción, de la expectativa satisfecha o defraudada. Jauss relaciona esta noción con las vanguardias históricas; la novedad en las vanguardias estaría vinculada al ataque de las instituciones del arte, buscando un giro retórico impensado, un rechazo a las formas tradicionales. La novedad vanguardista busca, entre otras cosas, la nueva expresión y el extrañamiento del lenguaje.

Si las expectativas del receptor respecto de lo que lee se confirman, la distancia estética es menor, como también es menor su valor artístico. A mayor distancia se puede producir un rechazo o extrañamiento, pero lo que logra esta desautomatización es crear un cambio en el horizonte de expectativas que puede llegar a una nueva apreciación de la obra, de la vida, y que parece generar mayor placer. En pocas palabras, habría entonces diferentes formas de placer, tanto en la desfamiliarización cuando uno se enfrenta con un texto, como en la confirmación del gusto por él. La obra que impacta en el lector, lo puede hacer replantearse en su modo de pensar y de vivir. Para Jauss, la literatura forma parte de la vida como práctica discursiva que afecta la experiencia de los receptores.

Por su parte, Iser en su artículo “El proceso de lectura. Una perspectiva fenomenológica” relaciona el texto con los actos de su recepción (los horizontes de expectativas) y diferencia el polo artístico que es el creado por el autor del polo estético que son las experiencias de lectura. Así, profundiza el acto de leer y el rol del lector en la construcción de su recepción. Al servirse de la fenomenología, entendida como la aprehensión de los fenómenos “puros”, la obra está como en un lugar imaginario, en potencia y que necesita ser actualizada por las distintas lecturas.

Para Iser, “la obra de arte es la constitución del texto en la conciencia del lector”, sin embargo, la participación está guiada por los parámetros que propone el autor. Este juego que propone Iser se puede comparar con la fusión de horizontes de expectativas que propone Jauss, pero la satisfacción, el placer se realiza únicamente cuando el lector “pone en juego su productividad”, y ésta tiene límites en cuanto en el texto todo esta explícito, explicado o cuando se presta a la confusión. Para que este jugo se ponga en práctica el lector dispone de dos mecanismos, las retenciones y las protenciones que hacen dinámico el proceso de lectura.

Por último, voy a destacar el concepto de repertorio del texto, que sirve para su “legibilidad” y que corresponden a las ideas preconcebidas que trae consigo el lector. Para Iser, “todo texto literario incorpora en mayor o menor medida y con más o menos intensidad normas sociales, históricas y contemporáneas, y las correspondientes referencias a la tradición literaria”, lo que no dejaría tanto poder en el lector en sus interpretaciones.

¿A qué lectores se refieren estos dos autores? ¿Con qué lectores dialogan estos textos? No existiría el lector inocente para ambos. Parecería ser que los lectores vienen formados por una tradición educativa, por una escolarización. Además, la obra no se presenta ya dada, se la lee en base a la experiencia, al bagaje cultural de cada lector. Así, el significado no está fijado para siempre en los lectores como algo absoluto que viene de una tradición inmanente.

Lector libre

the-human-condition 1933 Rene MagritteRoland Barthes en su artículo de 1971 “De la obra al texto”, al contrario de los dos autores alemanes, deja al lector mayor libertad. Sin embargo, crítica como Jauss a la historia y da cuenta de un cambio de paradigma, al que agrega, no solo cómo se concibe la obra, sino también al lenguaje. Para Barthes hay que tomar prestadas las nociones que son útiles de las distintas disciplinas de las ciencias humanas. Se trataría de abordar la literatura desde lo interdisciplinario. Dejar atrás la noción tradicional de obra, y relativizar las relaciones entre el autor, la obra y el mensaje, que dan paso a un nuevo objeto de estudio: el Texto. Barthes concibe a la obra como objeto material, físico, y al texto como campo metodológico, en el que intervienen diferentes disciplinas; ve al texto como una forma de actuar y de proceder que requiere una producción. El texto propone desafiar las clasificaciones, se opone al conocimiento como forma de poder. Rompe con la unidad, la armonía, la completitud, y promueve lo diverso, el juego y la diferencia. A diferencia de Jauss e Iser, para Barthes, el lector puede jugar infinitamente con el texto. Esta postura provocativa propone el ejercicio de la lectura libre como utopía. ¿Es posible? o ¿es solo una provocación discursiva?

La textura plural o demoníaca que opone el texto a la obra puede implicar modificaciones profundas de lectura, precisamente donde el monologismo parece ser la Ley…

El Texto se lee sin la inscripción del Padre. […] el Texto puede leerse sin la garantía de su padre.»

Además, distingue que el placer, el goce, no se garantiza con la satisfacción de las expectativas, ni con la distancia estética, y menos con el consumo de la obra, sino con la posibilidad de la reescritura. La postura radical de Barthes propone un cambio de conducta, una postura filosófica que conduciría a darle todo el poder al lector, a la imaginación.

Bendita tv führer

Sin embargo, este lector libre individual queda sujetado o por lo menos condicionado para Stuart Hall, jamaiquino de nacimiento, por una serie de discursos políticos y culturales. En su artículo “Codificar/Decodificar” propone un modelo del lenguaje televisivo que se acerca a la literatura desde el receptor, y que se diferencia del modelo de comunicación lineal, transparente:

Emisor – Mensaje – Receptor. Para Hall, hay que pensar el proceso de comunicación como: Producción, Circulación, Distribución/Consumo y Reproducción, que estaría mediado por una asimetría en los procesos de codificación y decodificación en los lugares de emisores y receptores.

En el proceso de comunicación entre los grupos dominantes que producen los mensajes y los receptores se daría una comunicación con ciertos “malentendidos”. Para que se dé la producción del mensaje, es necesario contar con elementos técnicos, relaciones sociales que intervengan en el proceso y su distribución al receptor. Una vez codificado el discurso, se traduce la experiencia en un código en forma de relato que va a estar determinado por los elementos que intervienen. Por ejemplo, los géneros discursivos, los símbolos y las técnicas, entro otros. De tal manera la producción del mensaje discursivo cobra importancia en el intercambio de comunicación cuando se pone en práctica su circulación.

Para Hall, un hecho no puede ser comunicado de manera pura, debido a que es un discurso y  forma parte del lenguaje, por lo tanto, pasa a ser un relato antes de ponerse en circulación. El discurso en forma de relato adquiere una función dominante por lo que la codificación está determinada antes de que circule al receptor. Sin embargo, el receptor también puede funcionar como fuente de producción, a pesar de que “la producción y recepción del mensaje […] no son, por ende, idénticas, pero ellas están relacionadas: son diferentes momentos dentro de la totalidad formada por las relaciones sociales del proceso comunicativo”.brainwashed - George Harrison (2002) Para que la producción del mensaje, en su codificación tenga un efecto significativo debe ser decodificada, y su efecto sería, entre otros, la persuasión, el entretenimiento, la información, con resultados en los procesos de comportamientos, conocimiento e ideológicos de gran complejidad. Los códigos de codificación no son iguales a los de la decodificación. Se produce entre ellos una asimetría, una distorsión. Esto se debe a los posibles “malentendidos” que se dan en el intercambio de la comunicación. Para Hall:

La realidad existe fuera del lenguaje, pero es mediada constantemente por y mediante el lenguaje: y lo que podemos saber y decir tiene que ser producido en y a través del discurso»

La utilización del lenguaje a través de un código para “representar lo real” resulta de una práctica discursiva. Es decir, la realidad no es accesible por el lenguaje, ya que nunca es transparente. Se puede asociar a lo que Iser propone cuando dice que la visión imaginaria es ópticamente pobre, pero Hall, lleva este concepto al campo ideológico, para él, dentro del enunciado se da una lucha de clases. Los significados denotados por el emisor, aunque pueden ser entendidos en forma general, pueden ocultar información al el receptor, y los connotados, al  van a estar determinados por los aspectos ideológicos, culturales que son necesarios para comprender los mensajes del emisor.

Dentro de este modelo de comunicación que propone Hall, se distinguen tres posiciones posibles de lectura. La primera es la posición de lectura hegemónica o dominante, donde la decodificación produce un sentido alineado que coincide con los códigos del receptor. Éste opera dentro del “código dominante”(aparte del código sígnico), y la comunicación parece ser más transparente. Para Hall esta posición produce un “metacódigo”, que vendría a ser lo que ya está instalado como imaginario discursivo hegemónico y que es replicado con fines de interés de clase. La segunda posición de decodificación Hall la llama código negociado, en donde el lector selecciona y hace suyas ciertas posiciones dominantes, pero con la salvedad de que las tamiza con sus propias convicciones. La tercera de estas posiciones es la contrariada u oposicional, en donde el receptor produce un sentido contrario al propuesto por el discurso dominante. Habría que ver cómo estos tres “metacódigos” se producen, ¿cómo se adoptan?, ¿cómo uno es socializado en ellos?

En este esquema presentado la posición que deberá adoptar el receptor, lector requiere de una postura crítica, reflexiva que ponga en cuestión las intencionalidades políticas e ideológicas dominantes del emisor en la codificación de sus mensajes.

Queso italiano

En una línea de pensamiento similar a Hall, el historiador italiano Carlo Ginzburg en su prefacio del libro El queso y los gusanos reflexiona sobre cómo lee el público de las clases subalternas y los límites que determinan su interpretación, contrario a lo que expone Barthes con la infinitud de interpretaciones. Para Ginzburg, el historiador se ve en grandes dificultades por el hecho de que se sirve, en la mayoría de los casos, de los discursos escritos dominantes para estudiar la cultura producida por las clases subalternas, dado que estas se manejan mayoritariamente en ámbito de lo oral; de lo que deriva en la imposición a dichas clases. Para reflexionar sobre este problema, Ginzburg, se refiere a un molinero del siglo XVI, que tiene un metacódigo que no es el de las clases dominantes, pero esta singularidad no lo enajena dado que tiene límites culturales.

Al igual que Jauss, para Ginzburg:

Como la lengua, la cultura ofrece al individuo un horizonte de posibilidades latentes, una jaula flexible e invisible para ejercer dentro de ella la propia libertad condicionada.»

Las tres esfinges de Bikini 1947 - Salvador Dalí

Ya que la cultura de las clases subalternas en esa época, y hasta aún hoy anota Ginzburg, es primordialmente oral, la relación que tienen con los libros pareciera darse en una convergencia de ideas, nociones que estas tienen con las de los grupos letrados. Sin embargo, la lectura activa, las interpretaciones que hace el molinero sobre los textos de su época lo alejan tanto de las influencias de las clases intelectuales, por considéralas herejes, que lo llevan a la muerte. La invención de la imprenta dio la posibilidad de lectura a las clases populares para que pudieran confrontar lo escrito por los doctos con las ideas que se desarrollaban oralmente. Para Ginzburg, se produce un desfase en el molinero “entre los textos leídos […] y la manera en que los asimiló y refirió a sus inquisidores, indica que sus actitudes no son imputables o reducibles a tal o cual libro”. La experiencia vital, su contexto, determinaron su recepción de los textos, creando una interpretación diferente consciente o inconsciente de lo que el discurso dominante imponía a las culturas subalternas.

De a dos mejor

Por último, las ideas principales del escritor y semiólogo italiano Umberto Eco en su capítulo “La poética de la obra abierta” respecto a la recepción de una obra. Al contrario de lo que plantea Barthes, Eco plantea que el autor es figura clave en la obra “abierta”, este ofrece al receptor “una obra por terminar”, incluso para armar con la intención de promover múltiples interpretaciones, pero existiendo una filiación a la obra por parte del autor. Un ejemplo de obra abierta podría ser Rayuela de Julio Cortázar, Eco dice de estas:

Nos revelan este aspecto fundamental por el cual aparecen siempre como “obras” y no como un amontonamiento de elementos casuales dispuestos a emerger del caos en que están para convertirse en una forma cualquiera.»

¿Alude a la noción de texto que propone “De la obra al texto”? Sin embargo, esta indeterminación de la obra, su calidad de inconclusa se abre para que el receptor la complete. El lector es su partenaire, coopera en la construcción del significado de la obra. Lo que diferencia la obra abierta es, de otras que son cerradas, unívocas, su pretensión por parte del autor de dejar inconclusa la obra y de que el receptor goce, sienta placer estético en sus interpretaciones que hace de ellas, pero como apuntaba también Jauss e Iser, estas van a estar determinadas por el contexto cultural, social de cada individuo. Pareciera que la importancia del lector, de la sociedad, de la época para Eco no es mayor que la del autor.

Finalmente, se destaca una diferenciación entre una poética de la obra abierta de una estética de la recepción. Para Eco, la poética es un programa de producción del autor que “advierte la apertura como la posibilidad fundamental del usuario y del artista contemporáneo”; la estética de la recepción, sin embargo, se preocupa por las experiencias del receptor, “deberá reconocer en estas experiencias una nueva confirmación de sus intuiciones, la realización extrema de una circunstancia de placer estético que puede realizarse en diferentes niveles de intensidad”. Eco parece proponer un cambio de paradigma para el estudio de las relaciones entre creador y receptor pero que deja abierta a un futuro estudio.

***

Las reflexiones acerca de la importancia del lector/receptor son muchos más vastas, sin embargo, este acercamiento de los distintos enfoques desde diferentes disciplinas, dan algunas pautas, que tienen sus aportes propios a la hora de entender al receptor, y que servirán (o no) para tener en cuenta y tratar de ser lectores exigentes. ¿Lo sos? ¿Quisieras leer obras inconclusas o que te den todo servido? ¿Tus lecturas están determinadas? ¿Te apropias de los textos? ¿Este ensayo satisfizo tu horizonte de expectativas?